Santana, con los pies en la tierra

Carlos Santana

17 de octubre de 2005  No faltan los que dicen que la carrera de Carlos Santana ya hubiera estado acabada si a un ingenioso productor no se le hubiera ocurrido hace algunos años reunirlo con varios de los cantantes más populares en el mundo del pop para grabar Supernatural, un disco que resultó ser tremendamente exitoso y que catapultó al guitarrista mexicano a un nivel de popularidad sólo comparable al que tenía a principios de los años 70.

Y si a esta apreciación no le falta razón —sobre todo si se refiere a esa fama desmedida de la que gozan normalmente los artistas más comerciales—, no sería nada justo adjudicar los buenos resultados del citado regreso a los invitados; de no haberse producido una grabación así, Santana seguiría siendo un auténtico ídolo de las seis cuerdas. Quizá no para las grandes masas, pero sí para los que saben apreciar el valor de un inconfundible estilo que se mantiene tan enérgico como en el pasado.

Eso fue al menos lo que se pudo apreciar el viernes en el Home Depot Center de Carson, donde el artista sacó las garras en un espectacular concierto que borró definitivamente el ingrato recuerdo de la presentación que diera hace un par de años en el Hollywood Bowl, que resultara bastante insatisfactoria debido justamente a su falta de potencia.

A pesar de que el repertorio del más reciente show estuvo conformado en gran parte por sus canciones nuevas (incluyendo I Am Somebody, un corte de tendencia amable que vendrá en su próximo disco, All That I Am, a editarse en noviembre), el músico tuvo el buen tino de abrir la faena con Jimbo, un clásico de clásicos por donde se lo mire (o se lo escuche), y que representa en unos pocos minutos la esencia de un sonido tan rockero como tropical, tan bailable como desafiante.

En realidad, lo de pocos minutos no es tan cierto; casi todas las versiones interpretadas en vivo fueron muy extensas, gracias sobre todo a lo larguísimos solos del protagonista de la noche. Y aunque no faltan tampoco quienes siguen lamentando la obsesión del instrumentista por abrumar a su público con estas demostraciones personales, hay que decir no sólo que Santana fue siempre así, sino que estas sesiones le quitan a sus composiciones ese rasgo extremadamente pop que a veces muestran en sus discos, volviéndolas excitantes y dándoles una necesaria frescura al apelar al funk, la salsa, la cumbia y al latin jazz.

No todo fue estrictamente eléctrico en el campo de las cuerdas: un calmado aire de música clásica en la guitarra acústica fue el preludio de María, María, uno de los cortes con sabor más latino del Supernatural, que como todo el resto del repertorio la noche del viernes fue interpretado por el joven Andy Vargas, décimosegundo vocalista de una banda que ha durado ya cerca de 40 años. Aunque casi todo lo que salió de su boca fue en inglés, Vargas lanzó de vez en cuando frases en español, y se encargó correctamente de suplantar a Fher, el vocalista de Maná, en el exitoso tema Corazón espinado.

Y es que no estuvieron presentes las luminarias que ayudaron a la resurrección comercial del guitarrista (es decir, nombres como Rob Thomas, Michelle Branch, Dido o el mismo Fher), aunque el talentoso jazzista Herbie Hancock ocupó el teclado en uno de los segmentos más encendidos del show.

Pese a sus apabullantes solos, Carlos Santana no es la única estrella en su grupo (ni el único guitarrista, aunque tenga la exclusividad de los solos en lo que respecta a este instrumento); de hecho, las prolongadas secciones musicales que dirige le dieron pie a cada uno de sus acompañantes, como si se tratara de una sesión de jazz.

En este aspecto, el que se llevó con justicia las mayores muestras de admiración fue el extraordinario baterista Dennis Chambers, quien le dio un toque muy contemporáneo al genial solo que interpretó al demostrar su maestría en el manejo del doble bombo.

Pero lo más sorprendente es que, a pesar de los incontables cambios de personal que ha sufrido su banda a lo largo del tiempo, de sus coqueteos frecuentes con la industria comercial y de los 57 años que lleva encima, Santana fue capaz de transportar a los miles de espectadores a sus gloriosos días en plena era del hippismo, sobre todo en la parte final del concierto, cuando sacó del bolsillo dos de sus interpretaciones más impactantes: la sensual Black Magic Woman y la brillante recreación de Oye cómo va, original de Tito Puente.

El músico tampoco dejó de lado sus conocidas prédicas verbales, aunque, curiosamente, éstas fueron más breves que de costumbre, e incluyeron una celebrada lista de mentores en la que combinó a los activistas sociales mexicanos César Chávez y Dolores Huerta con iconos del rock como Bob Dylan y Jimi Hendrix.

“Ustedes tienen el poder de transformar todo esto y de lograr el cielo en la Tierra”, dijo el veterano, asumiendo una postura totalmente consciente y racional que, esta vez —para alivio de muchos—, dejó de lado sus descabelladas alusiones a los platillos voladores para poner firmemente los pies sobre el planeta.

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