Remembranzas de los sismos

Fue un sexenio lleno de obstáculos, con sismos en lo económico y financiero (en el sentido metafórico) y demasiado  doloroso por el drama humano derivado de  los dos movimientos telúricos de septiembre de 1985.  
De aquella experiencia, el ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado, refleja en su libro “Cambio de rumbo”  una gama de emociones encontradas: “Al releer, después de quince años, este texto, reviví los sentimientos de angustia con los que enfrenté las vicisitudes narradas. En retrospectiva, me doy cuenta de cómo la gravedad de los acontecimientos absorbió la totalidad de mi energía y atención, llevándome a sacrificar parte de mi vida familiar y social”.
 El periodo de gobierno, de 1982 a 1988, estuvo enmarcado por una serie de eventos trágicos para la población que debió sufrir una inestabilidad en el crecimiento, contracción salarial, pérdida del poder adquisitivo –el salario mínimo cayó 44.90%-, creciente inflación y espiral de la deuda externa.
 El sexenio comenzó mal con la medida de nacionalización de la Banca anunciada el primero de septiembre de 1982 por José López Portillo,  entonces presidente saliente. Fue el comienzo de una vorágine que llevaría al país a experimentar cambios estructurales en muchas áreas.
 Cuando De la Madrid publicó su libro, a principios de 2004, acudí a visitarlo a su casa ubicada en el Barrio de Santa Catarina en Coyoacán, en el Distrito Federal, para entrevistarlo sobre sus memorias.  En una parte de la entrevista le dije al ex presidente que si él estaba consciente de ser el padre del modelo neoliberal, a lo que él respondió con un ceño fruncido y un rotundo “me niego a que me tachen de neoliberal”. Entonces le cuestioné, ¿cómo le gustaría ser recordado por la Historia de México? De la Madrid señaló: “Como a un presidente que hizo sumar esfuerzos para generar logros para el país y una serie de cambios, pero sin romper, nunca, la paz social”.
 Si analizamos las transformaciones estructurales, nos remitimos inevitablemente a la figura de Miguel de la Madrid, cuya administración, más que de transición, fue la piedra angular para cambiar el modelo de sustitución de importaciones por otro hacia una economía abierta.
Bastante de lo  que hoy somos tiene el punto de origen entre  1982 a 1988: las cartas de intención firmadas con el FMI; las condiciones del Plan Baker; del Plan Brady; la desregulación económica; el adelgazamiento del  Estado y la venta de empresas del sector público, De la Madrid recibió mil 155 empresas paraestatales y desincorporó a 750; el paso gradual de la no intervención del gobierno en la economía; la reducción de aranceles;  el ingreso al GATT en 1986 como punto de partida para los tratados comerciales.
A COLACIÓN
 En la lectura del libro “Cambio de rumbo” se percibe todo el temor que Miguel de la Madrid experimentó en el ejercicio de su gobierno, varias de sus actitudes fueron tibias precisamente por miedo a romper con la paz social.  Había miedo a los empresarios que estaban enojados con la nacionalización bancaria de López Portillo, al Ejército,  a Estados Unidos, a la prensa, a las movilizaciones sociales, que eran vistas desde el Estado, como una amenaza creciente.
 Cuando De la Madrid se refiere a los sismos de 1985 reconoce que efectivamente hace veinte años la sociedad civil rebasó con creces a la respuesta del gobierno en las labores de ayuda y rescate de las personas atrapadas entre los escombros; en la  atención a los damnificados y en la pertinente  reubicación en escuelas, una idea de esos líderes naturales que surgieron en la tragedia.
 Pero al calor de todo lo que de manera apremiante se necesitaba, primordialmente el rescate de las víctimas, al interior del Estado, el jefe del Ejecutivo observaba la situación de la siguiente manera, según aparece en la página 468: “Sea como fuere, los terremotos provocaron una movilización social masiva que, desde nuestro punto de vista, abría la posibilidad de que brotara, en forma espontánea o provocada, la violencia social. En los primeros cinco u ocho días posteriores percibí esta posibilidad, pues la energía generada por la movilización al combinarse con los sentimientos de dolor, coraje o insatisfacción por la insuficiencia institucional para atender la situación, creaban el fermento necesario para desatar la violencia”.
 Nuevamente el temor que fue una constante en el ejercicio del poder. No hubo  violencia civil porque la gente y los líderes naturales de la sociedad civil estuvieron dispuestos a trabajar y cooperar con las autoridades.
GALIMATÍAS
 Hasta antes de 1985, el comportamiento de la economía, el del PIB fue el siguiente: en 1983 -5.2%; 1984 3.6 por ciento. El de la inflación fue: en 1983 de 80.8%; y 1984 de 59.2 por ciento.
 Después de los sismos, el del 19 y 20 de septiembre, había que atender necesidades urgentes. México requirió con celeridad 4 mil millones de dólares para enfrentar la problemática de los sobrevivientes e iniciar la reconstrucción.
A partir de diversos estudios del Cenapred sabemos que los sismos le costaron al país el 2.7% del PIB y nuevos desafíos porque quedaron desempleadas 150 mil personas; había que reconstruir 34% de los edificios del sector público; miles de viviendas, hospitales y edificios escolares.
 La evolución del PIB  ex post a la catástrofe fue la siguiente: en 1985  2.7%; 1986 -3.5%; 1987 de 1.7% y 1988 de  1.3 por ciento. La inflación fue: en 1985 de 63.7%; 1986 de 105.7%; 1987 de 159.2%; y 1988 de 51.6 por ciento.
 Además del impacto en el crecimiento, en buena medida la alta inflación de los dos años posteriores a 1985 fueron el resultado de lo que De la Madrid narra en la página 469: “Para afrontar la situación provocada por los sismos, tuve que tomar decisiones extraordinarias en el terreno económico. Imposible dejar sobrevivientes atrapados, edificios a punto de caerse o la ciudad sin agua. Tuve que ordenar que se imprimiera dinero, dejando para después la necesidad de encontrar una fórmula de sacarlo de circulación. Aun la inflación resultó secundaria en ese momento”.
 Andado el tiempo, después de las confesiones y expiaciones, a veinte años de distancia nunca sabremos la verdadera dimensión humana, social y económica que derivó de la tragedia telúrica. Se queda en la bruma y en la especulación el número de muertos y todo cuanto hizo el Estado por endeudarse y endeudarnos en nombre de una reconstrucción urgente.
Me alegro tanto de que hoy el Banco de México ya no pueda ser la caja chica del presidente.
Agradezco sus comentarios a:claulupalencia@yahoo.com

Redacción Azteca 21

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