Cinco premios “Elías Nandino”, cinco voces de la poesía mexicana contemporánea

María Rivera le canta al amor,
 a la fuerza del amor,
 al dolor de la ausencia,
 a la memoria como
fragua de la poesía

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 7 de septiembre de 2005. El año pasado, el Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA), en coedición con la Secretaría de Cultura de Jalisco, reeditó la obra de cinco poetas que forman parte de su catálogo, los cuales además comparten la honrosa distinción de haber sido ganadores del Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino” –uno de los más prestigiados en lo que se refiere a este rubro en México–, uno tras otro durante cinco años consecutivos.

Sergio Valero, Luigi Amara, Hernán Bravo Varela, María Rivera y Daniel Téllez son los poetas que obtuvieron el “Elías Nandino” en 1997, 1998, 1999, 2000 y 2001, con los poemarios “Cuaderno de Alejandra”, “El cazador de grietas”, “Oficios de ciega pertenencia”, “Traslación de dominio” y “El aire oscuro”, respectivamente.

Así, para celebrar los treinta años de dicho premio se reeditó la obra de estos poetas. La reedición trasciende la conmemoración del premio fundado en honor del poeta de Cocula, Jalisco; en realidad, viene a ser una nueva oportunidad de leer o releer, según el caso, a poetas que forman parte ya de la historia de la poesía mexicana contemporánea.

En el libro de Sergio Valero se puede apreciar el espíritu crítico, el afán de reinventar la significación de la palabra, de experimentar nuevos lindes poéticos; en el de Amara resalta su deseo de decir que la vida es una y la misma en todas partes de este mundo, incluso en las cosas –grietas– más nimias; en el de Bravo Varela se advierte la búsqueda de su eco en la voz de otros poetas, la universalidad de sus temas, la búsqueda de sí mismo, la asunción plena de un oficio: poeta de tiempo y palabra completos.

A su vez, María Rivera le canta al amor, a la fuerza del amor, al dolor de la ausencia, a la memoria como fragua de la poesía; en ella se identifica la continuación de una tradición poética mexicana que va –si la hay– de los Contemporáneos a Sabines, de Nervo a González Martínez, de Castellanos a Paz, de Efraín Huerta a Langagne, por sólo citar algunos nombres.

En la poesía de Rivera se puede vislumbrar su devenir: poesía, poesía y más poesía, porque en cada poemario suyo se advierten nuevos senderos, tensión, encuentros felices de la palabra y la poeta. Transustanciación de los momentos memorables de la vida de la poeta en materia poética.

Daniel Téllez canta en otro tono. Sin duda, es una de las voces más potentes y originales de la poesía mexicana reciente; pero también más impecable e implacable. Poesía que altera, que se expresa a gritos silenciosos, la de Téllez se construye imbricando cada palabra, cada concepto, en una experimentación que concluye en acierto. No creo que se vuelva prolífico si, como es previsible, mantiene el mismo nivel de exigencia al momento de escribir. Tampoco le sobrarán lectores, temo decirlo.

Con la reedición de estos cinco libros, el FETA cumple un compromiso más: el de difundir la obra de los poetas jóvenes que hoy están escribiendo la poesía de la que se hablará mañana dentro de algunos años. Y varios de los autores y textos del FETA serán referencia indispensable en el horizonte de la literatura mexicana de finales del siglo pasado y de inicios de este que ya transcurre.

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