Exhiben “El Muro”, de Serge Roullet, para recordar a Jean-Paul Sartre

El filósofo francés fue y sigue
 siendo un hombre polémico

Por Fabiola López
Reportera Azteca 21

Ciudad de México. 26 de junio de 2005. En conmemoración del centenario del natalicio del escritor Jean-Paul Sartre, se exhibe la película “El muro” (Francia, 1967), de Serge Roullet, en la Sala José Revueltas del Centro Cultural Universitario (CCU), la cual está basada en textos de su novela “Le mur” (1939).

La historia, de pocos personajes, tiene como contexto una España inmersa en la Segunda Guerra Mundial y trata sobre tres prisioneros jóvenes condenados a muerte por acciones políticas. En espera de su final, los prisioneros —en compañía de dos guardias y un médico belga— sobrellevan sus últimos momentos de vida. Uno de ellos se la pasa casi todo el tiempo dormido, con fiebre y negándose a morir; los otros dos evocan y reflexionan algunas cosas que pasaron antes de llegar a la cárcel.

El protagonista Miguel del Castillo recuerda que apoyaba el movimiento político dirigido por su amigo Ramón Gris, que estaba a favor de las huelgas y sindicatos; juntos presenciaron los discursos de los gobernantes que engañaban al pueblo y el fusilamiento de presos, de rebeldes y de ideas. Ambos creían en su causa.

Un día ayuda a escapar del régimen a Ramón Gris, ya que era un hombre perseguido, pero a quien atrapan es a él; ahí, junto a decenas de detenidos, es conducido a una celda donde comparte el suelo frío, la penumbra, la desesperación y el desencantamiento de estar vivo, con Juan y Pablo. Ellos han sido condenados a fusilamiento para la mañana siguiente, mientras llega la hora tratan de mantenerse despiertos para que el rifle no los sorprenda; su aspecto es demacrado, débil: no quieren morir.

Amanece y llegan por los dos condenados, él se queda solo en la cámara; escucha los disparos, teme e intenta escapar, trepa el muro hasta llegar a una ventana con anchos barrotes, desesperadamente trata de pasar su cabeza por ellos, se sangra, no hay manera de huir. Cuando llegan por él le dan la oportunidad de salvarse si confiesa dónde está su amigo Ramón.

En ese momento piensa que ya no vale la pena vivir, ya no hay nada que decir ni que hacer, y por eso decide no delatarlo, sabe que su camarada es una buena persona, pero no por ello prefiere sacrificar su vida, sino porque ya no hay esperanzas ni motivos de existir para él. Pero justo deciden darle una última oportunidad de pensar la respuesta o morir, y en ese momento decide practicar un humor negro, al jugarles una broma.

Inventa que su amigo está escondido en el panteón, en una fosa, y aunque le advierten que si miente lo matarán, o si dice la verdad lo dejarán en libertad, prosigue. Un grupo de soldados va a buscar al fugitivo; cuando han pasado varias horas y él se encuentra esperando en el patio junto a más despojados de su emancipación, se encuentra a un conocido que le dice que: “…en la mañana han matado a Ramón, el muy tonto se ha ido de casa de sus primos… para no deberles nada…y se ha ido a esconder a una fosa…”. Todo vuelve a ser tan absurdo como al principio; él ríe.

Aunque el ritmo del filme es lento logra atrapar al espectador si éste se mete en la dinámica de las circunstancias descabelladas e injustas. Está filmado en blanco y negro y hablado en inglés, francés y español. Así es como se pone de manifiesto, una vez más, que las razones de vivir para el ser humano son tan quebrantables, como lo son la justicia y la suerte. Asista a la Sala José Revueltas del CCU y aprecie una de las obras del gran filósofo francés llevadas al cine con buena fortuna. Estará en cartelera hasta el día último de este mes.

Comentarios a esta nota: fabiyegarova@yahoo.com.mx

Redacción Azteca 21

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