“Son y Tangueo”, un grupo de jóvenes talentosos que añaden vitalidad al son jarocho
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Portada de disco extraordinario
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Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
Ciudad de México. 25 de abril de 2005. El arte verdadero siempre es auténtico; surgido de las vetas profundas del son jarocho y enriquecido con otras influencias musicales, el grupo Son y Tangueo ha dado a la luz su primer disco: “Golpe de Sotavento”, que tiene la madurez y la consistencia de los materiales que nacen con buena estrella.
Estamos ante un disco que se disfruta de la primera a la última canción, en el que los sonidos tradicionales adquieren nueva frescura, nuevos aires, producto de las letras originales, las ejecuciones musicales —con la inclusión del violín, por ejemplo— y el equilibrio logrado en las voces.
Equilibrio quizá sea la palabra que mejor define a “Golpe de Sotavento” (Ediciones Pentagrama, 2004), pues incluye cinco temas originales de Fernando Sobrino, uno de Ramón Gutiérrez Hernández y cuatro tradicionales; además, el equilibrio entre voces e instrumentos es también un distintivo de este disco.
Pero equilibrio no entendido como sinónimo de moderación, sino como reflejo de armonía, alegría y pasión por el quehacer musical. Así, por ejemplo, “Golpe de Sotavento”, de Sobrino, es una muestra de amor por las raíces que nutren el son jarocho, de vigor y vitalidad, que podría llegar a ser el tema emblemático de “Son y Tangueo”.
De igual manera, “El amanecer”, de Ramón Gutiérrez Hernández, suena distinto —renovado de algún modo— con el arreglo y versos adicionales que le hicieron los integrantes del grupo; lo mismo sucede con “El fandanguito”, son tradicional que suena teñido de una nostalgia, de un sentimiento que lo hace memorable.
“La madre tierra” es un canto a la naturaleza, a la belleza inefable que la caracteriza y en el que Sobrino expresa su temor de que se pierda ésta en el avance trepidante de la “modernidad y el progreso”. En “Son a media luz”, también de Fernando Sobrino, encontramos un himno al amor, a la amante inolvidable que tiene “pechos que son dulces como la miel”, donde la música, la voz y la letra le confieren un gratísimo sabor de boca.
“Agua que cae del cielo” representa un homenaje a la lluvia y a la mujer, transmutadas en agua, agua que purifica y vivifica, como el amor. “Angelitos” adquiere otro tono, más solemne, casi como de canción de cuna o de letanía. Ambos temas muestran la versatilidad, amén del talento, de Sobrino. En “La candela”, tradicional, el ritmo, el zapateado y la alegría vuelven a aparecer, a sacar chispas; lo mismo puede decirse de “El buscapiés” —con versos de don Arcadio Hidalgo— y “La guacamaya”.
“Son y Tangueo” está integrado por Fernando Ángel Sobrino García, Víctor Adrián Lúa Toto, Amir Salinas y Roberto Sobrino García —otro equilibrio más: dos de Tabasco, dos de Veracruz—, aunque es frecuente que los acompañen las zapateadoras Zuanny Domínguez o Patricia Rivera, y Yuriana Sobrino en la voz y en el cajón peruano.
“Son y Tangueo”, formado en 2003, es un grupo de jóvenes talentosos que con “Golpe de Sotavento” augura más vitalidad y recuperación de espacios al son jarocho, expresión musical mexicana de carácter universal que también nos identifica ante el mundo.
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