“Aires de México”, un disco con una ejecución magistral que evoca nuestras raíces musicales

Portada de un disco grandioso,
que merece estar en tu colección

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 8 de abril de 2005. Amor por la música nacional, conocimiento del repertorio mexicano, una atinada selección y una ejecución magistral son los elementos distintivos del disco compacto “Aires de México” (Mexican Vignettes), que el Cuarteto de Cuerdas Ensamble Clásico interpretó en la Capilla del convento de las madres carmelitas de Guadalajara en noviembre de 1999 y que se encuentra en el catálogo de Quindecim Recordings desde el año pasado.

Sin duda, este es un disco cuyo título es totalmente acorde con el contenido, ya que los doce temas incluidos efectivamente nos traen aires de México, pero aires musicales profundamente inspirados en nuestro ser, en nuestras raíces. Aires que refrescan, en un buen sentido, nuestro nacionalismo musical.

Aires románticos, aires alegres, aires heroicos, aires provincianos, aires que se elevan a la categoría de lo trascendental son los que se desprenden de las interpretaciones que el Ensamble Clásico hace de temas impregnados de un color netamente mexicano, a fin de difundir y proyectar la música nacional allende nuestras fronteras.

En este contexto, cabe señalar la opinión de los integrantes del ensamble, que los llevó a seleccionar piezas memorables y emblemáticas: “La música mexicana tiene una calidad y belleza incomparables e interpretada de esta manera es digna de escucharse en cualquier país del mundo”. Después de disfrutar el disco, coincidimos plenamente con esta afirmación.

Así, es un verdadero placer escuchar sus interpretaciones de “Las perlitas”, de F. Cárdenas, “Club verde”, de R. Campodónico, “Último gitano”, de G. Cortés, “Dios nunca muere”, de Macedonio Alcalá, “Estampas de la Revolución”, de R. Becerra, “Nancy”, de J.J. Espinosa, “Popurrí sobre temas de Alfonso Esparza Oteo”, de Iuri Kassián —integrante del Ensamble Clásico—, “Estrellita”, de Manuel M. Ponce, “Jesusita en Chihuahua”, de Quirino Mendoza, “Elodia”, de L. Jordá, “La rondinela”, de G. Cortés, y “Guadalajara”, de Pepe Guízar.

Quizás con la pura selección podría quedar justificado el título del disco; no obstante, la interpretación de cada pieza por el Ensamble Clásico les confiere un sonido nuevo, un aire fresco y vigoroso, donde los integrantes del cuarteto se apropian del espíritu de cada tema y logran ejecuciones llenas de sentimiento y pasión que conmueven al escucha.

En este sentido, podemos mencionar la grandiosidad que consiguen en “Dios nunca muere”, la energía y vitalidad de las “Estampas de la Revolución”, la profunda identificación de los temas que integran el “Popurrí sobre temas de Alfonso Esparza Oteo”, el redescubrimiento de la belleza que acompaña a “Estrellita”, el vigor y colorido de “La rondinela”…

En fin, cada persona podrá formarse su propia opinión de las piezas elegidas por el Ensamble Clásico para formar “Aires de México”; lo cierto es que difícilmente alguien podrá sustraerse al hechizo que ejerce el disco, a las evocaciones que suscita, “a saborear el México de antaño, de hoy y de siempre”.

Por último, no está de más mencionar la bella portada del disco, en la que destaca la famosa fotografía del Archivo Casasola: “La soldadera”, en cuyo rostro se advierten indudablemente los aires del México revolucionario, los aires de nuestro México que tan bien supo capturar el Ensamble Clásico, el cual está integrado por Leonardo Núbert, Sava Latsánich, Iuri Kassián y Ramón Becerra, violines, viola y violonchelo, respectivamente.

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