“Azulejos”, de Armando Merino, un disco de música española y mexicana para piano
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El pianista mexicano Armando Merino
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Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21
Ciudad de México. 30 de marzo de 2005.- “Azulejos, la palabra que da título a este disco compacto, tiene connotaciones que van más allá de la simple referencia a la obra de Isaac Albéniz aquí incluida; encierra en sí misma, como imagen metafórica, el símbolo de la belleza y el refinamiento de la fusión de dos sensibilidades: la del artista español y la del mexicano”, afirma Armando Merino en el texto que acompaña a “Azulejos”, el disco que grabara con música para piano de compositores españoles y mexicanos en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario de esta ciudad, en abril de 1999, y que editó Quindecim Recordings.
El pianista mexicano añade más adelante: “El término también está relacionado con las obras que integran el repertorio del programa, por ser éstas igualmente piezas únicas, de diseño original, de trazo libre e inspirado, de colores luminosos y creadas todas, por artistas que comparten una misma lengua y a los que enlaza su historia. Cabe subrayar que todas las obras seleccionadas surgieron en distintos momentos a lo largo del siglo XX y son muestra de lo que todavía une o ya diferencia a los compositores de estas dos naciones soberanas.”.
En realidad habría poco que agregar a lo expresado por el virtuoso, no obstante, hay que señalar dos cosas: que el pianista mismo es un azulejo y el disco se vuelve uno más, pues su arte y búsqueda deslumbran al escuchar “Azulejos”, donde cada pieza, cada ejecución son una muestra de su atinada selección y de su dominio técnico, de su pasión por el instrumento, ya que cada ejecución está preñada por su sentimiento y sensibilidad, logrando transmitir su personalísima interpretación de las obras elegidas.
Así, al escuchar cada pieza, el artista nos invita a compartir su viaje, su recorrido por la música para piano de compositores reconocidos y talentosos, que —muchos de éstos— exploraron y encontraron nuevos sonidos para el instrumento. Y el pianista quiere, desea, compartir esos hallazgos, invitar al escucha a recorrer ese universo poblado por sonidos luminosos las más de las veces, pero también por otros donde la luz no siempre es la misma (pienso en “Simurg”, del mexicano Mario Lavista, donde la búsqueda de la luz pasa por una oscuridad no exenta de sentido metafísico, casi místico).
También vale la pena mencionar que “Azulejos” incluye piezas de compositores mexicanos que por primera vez se graban en disco compacto, tal es el caso de “Dameros I”, de Alicia Urreta, la Suite “Antigua Valladolid”, de Miguel Bernal Jiménez, “Nocturno” y “Secretos,” de Salvador Moreno, y “Dos estudios de concierto”, opus 20, de Ricardo Castro, composiciones todas de gran calidad y belleza, amén de su diversidad musical.
Me voy a atrever a externar mi opinión respecto de los azulejos que integran este hermoso azulejo que es “Azulejos”, puesto que la suma de todos ellos forma una extraordinaria unicidad. En el caso de Urreta destaca la intensidad; en Lavista se vislumbra, creo, más que en ningún otro de los nacionales, la profundidad y la simbiosis de la búsqueda y el descubrimiento; en Bernal la pulcritud, la sobriedad; en Moreno el sentimiento y en Castro la alegría y la pasión.
De los compositores españoles puedo decir que se advierte en sus obras madurez, plenitud y más luminosidad; no quiero decir que son mejores sus piezas, no. Por decirlo de algún modo, tal vez se deba a que los españoles, en este caso, son continuadores de una más robusta tradición musical —europea— y los mexicanos cimientan y construyen, según el caso, la propia. Pero en ambos casos los hallazgos y la calidad de las obras son, como dice Merino, “luminosos”; deslumbrantes, diría yo.
Las piezas de los compositores españoles incluidas en “Azulejos” son la homónima de Albéniz —con la que se inicia el concierto—, los “Seis apuntes” de Rodolfo Halffter —que vivió en México—, “Dos canciones y danzas”, de Federico Mompou, y “Tres canciones y danzas”, de Carlos Surinach.
Finalmente, cabe recordar lo que José Wolffer ha dicho respecto de “Azulejos”: “… reúne a algunos de los nombres más relevantes que han surgido en ambos países y saca a la luz composiciones cuyo desconocimiento es inmerecido. […] El concierto de estos trece azulejos ofrece un panorama musical amplio y contrastado. Como en la mejor tradición de esta forma artesanal, también heredada por los mexicanos de los españoles, cada uno de ellos plasma un auténtico microcosmos, completo y elocuente en el reducido ámbito del pequeño cuadro”. Escúchelo: el sortilegio será inevitable.
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