“México siempre fiel”, historia de los viajes de Juan Pablo II al que llamaba su país predilecto

En 1999 el papa concelebró una
misa en la Basílica de Guadalupe

Ciudad de México.- 2 de abril del 2005.- El periplo del papa Juan Pablo II por todos los rincones del mundo, a lo largo de sus más de 26 años de pontificado (16 octubre 1978-2005), alcanzó a México en cinco visitas que exaltaron su predilección por este país y dejaron profundas huellas en la población católica.

Karol Józef Wojtyla impuso su propio estilo de evangelizar, como lo reconocieron los millones de católicos que lo vieron y escucharon, y aun quienes no profesaban el catolicismo.

El paso del llamado "Peregrino del Amor y la Esperanza" no fue detenido antes ni por el Mal de Parkinson ni por las secuelas que le dejó el atentado que sufrió en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981, cuando el turco Alí Mehmet Agca le disparó dos veces, hiriéndolo de gravedad.

Juan Pablo II encontró un "México siempre fiel" en cada una de sus cinco visitas al país (1979, 1990, 1993, 1999 y 2002). Esas eran sus palabras de reconocimiento a un pueblo que quedó marcado con sólo verlo en su peregrinar o escucharlo en las urbes donde se presentó.

Basta recordar su primera gira, que abarcó Santo Domingo, México y Bahamas; el 26 de enero de 1979 Juan Pablo II pisó y besó el suelo mexicano.

Desde su llegada al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en un avión DC-10 de la línea Aeroméxico, el papa fue recibido por el entonces presidente José López Portillo, quien se dirigió así al distinguido visitante:

"Señor, sea usted bienvenido a México, que su misión de paz y concordia y los esfuerzos de justicia que realiza tengan éxito en las próximas jornadas. Lo dejo en manos de la jerarquía y fieles de su Iglesia, y que todo sea para bien de la humanidad".

Fueron seis días que dejaron huella en millones de personas tan sólo en el Distrito Federal, cuando el jefe del Estado Vaticano se encaminó a oficiar su primera misa en la Catedral Metropolitana.

En la delegación apostólica, establecida en el sur de la ciudad de México, ya desde días antes la gente pernoctaba en las calles para poder estar cerca del papa Juan Pablo II, lo mismo que cuando se presentó en la Basílica de Guadalupe.

El Papa mostró su alegría al escuchar al pueblo de México entonar para él la canción "Amigo", del cantautor brasileño Roberto Carlos, que a partir de ese momento se convirtió en un himno para él: "Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo/que en todo camino y jornada está siempre conmigo…"

La misma algarabía y la multitud se hizo presente en la ciudad de Puebla de los Angeles y en el Hospital Infantil de Cuilapam, en Oaxaca, donde la mirada, la sonrisa y la bendición del papa fueron suficientes para calmar el dolor de los pequeños y sus familiares.

En Guadalajara se repitió el suceso y para concluir esta primera visita, el Santo Padre se despidió de los mexicanos en Monterrey, donde con porras, gritos y lágrimas fue apreciado por la multitud, mientras que millones de mexicanos más siguieron los detalles por radio y televisión.

Los años pasaron y en el sexenio de Miguel de la Madrid Hurtado no hubo invitación para que el obispo de Roma volviera a pisar suelo mexicano.

Sin embargo, en el siguiente periodo gubernamental, en 1990, con Carlos Salinas de Gortari como presidente, el sueño de muchos mexicanos se volvió realidad y el pontífice regresó a tierra azteca.

Pese a los dolores producto del atentado que sufrió y del par de operaciones a las que fue sometido, Karol Wojtyla inició una segunda visita a México, enmarcada en la gira que abarcó Curazao y Brasil.

Los preparativos fueron en grande para recibir al Vicario de Cristo en la ciudad de México; Veracruz; Aguascalientes; San Juan de los Lagos, Jalisco; Durango; Chihuahua; Monterrey, Nuevo León; Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; Villahermosa, Tabasco, y Zacatecas.

Del 6 al 14 de mayo de 1990, el Papa dirigió un mensaje de amor y de esperanza, pero el acto que marcó a los católicos mexicanos en esa segunda visita fue la beatificación del indio Juan Diego, precisamente el sexto día de mayo, en la Basílica de Guadalupe.

Tiempo después, en agosto de 1993, ya avanzadas las negociaciones para restablecer las relaciones diplomáticas con la Iglesia, se dio una tercera visita del pontífice al país, en un ambiente trastocado por la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, en el aeropuerto de Guadalajara, tres meses antes.

En el aeropuerto de Mérida, Yucatán, el llamado papa peregrino fue recibido por el presidente Salinas de Gortari y por primera vez un mandatario mexicano se dirigió hacia la cabeza de la Iglesia Católica como Su Santidad, lo cual mandó una señal hacia el inminente restablecimiento de la relación diplomática.

Un año después de cumplirse cinco siglos del descubrimiento de América y del inicio de la evangelización, el Santo Padre enfocó sus discursos en Izamal, Yucatán, a los indígenas y al respeto a todas las etnias de la región, sin imaginar que un año después surgiría en Chiapas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con raíces autóctonas.

Seis años más tarde, el gobierno del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León invitó por primera vez a Juan Pablo II en su calidad de jefe de Estado.

A su llegada al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el 22 de enero de 1999, en un avión de la línea Alitalia, el papa fue recibido con todos los honores, aunque la formalidad no evitó que de nuevo un presidente de México se dirigiera al líder católico como Su Santidad.

El itinerario fue intenso para el pontífice durante su visita, del 22 al 26 de enero, al Distrito Federal.

Lo mismo sostuvo reuniones multitudinarias en el Autódromo "Hermanos Rodríguez" y en el Estadio Azteca, que visitó la Basílica de Guadalupe, y no faltó su presencia en un hospital y en la residencia oficial de Los Pinos.

En aquella ocasión, desde el Cerro del Tepeyac, proclamó que el 12 de diciembre no sólo era fiesta para los mexicanos, sino para todo el continente americano, y elevó a la Virgen de Guadalupe como "reina de toda América".

Juan Pablo II pidió entonces: "­Virgen de Guadalupe, vela sobre México, vela sobre todo el querido continente americano!"; además, clausuró los trabajos del Sínodo de América.

Por la merma en la salud del líder religioso, los preparativos para la quinta visita papal a México se distinguieron por los rumores de que se suspendería su viaje a Toronto, Guatemala y México, pero el también llamado papa viajero sacó "fuerza de flaquezas" para cumplir con la visita a México, del 31 de julio al 1 de agosto de 2002.

Así, por primera vez en la historia de México, un presidente de la República, Vicente Fox Quesada, se declaró católico y besó el anillo pastoral al obispo de Roma a su arribo a la terminal aérea capitalina.

El jefe de la Iglesia Católica ofició la ceremonia de canonización del indio Juan Diego para ungirlo como el primer indígena elevado a los altares y el número 464 en su pontificado.

En esa ocasión también beatificó en la Basílica de Guadalupe a los indígenas de San Francisco Cajonos, Oaxaca, Juan Bautista y Jacinto de Los Angeles, asesinados el 16 de septiembre de 1700.

En estas cinco visitas papales el "México siempre fiel" vio y saludó a Juan Pablo II, incluidos representantes de la clase política, dirigentes empresariales, intelectuales y artistas.

Las porras dedicadas al pontífice siempre estuvieron presentes a su paso: "México católico, siempre fiel", "Juan Pablo II, te quiere todo el mundo", "Juan Pablo amigo, el pueblo está contigo" y "Juan Pablo, hermano, ya eres mexicano".

Al término de la quinta visita de Juan Pablo II a México, en 2002, el pueblo se despedía del papa peregrino, pero se quedaba en él la fe católica y los recuerdos de quien siempre expresó un cariño especial por los fieles mexicanos. (Notimex)

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