“La vida es un balón redondo”, un libro en el cual convergen el amor y la pasión por el futbol

Un libro escrito para conocedores,
para aficionados de hueso colorado

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 22 de marzo de 2005. Realmente es muy grato leer un libro en el cual convergen el amor y la pasión por el futbol con el oficio y la reflexión del escritor, como es el caso de “La vida es un balón redondo”, del escritor ¿yugoslavo, serbio, francés? Vladimir Dimitrijevic, quien realiza un ejercicio escritural sobre el deporte más popular en el mundo contemporáneo.

De entrada, cabe mencionar que es un libro escrito para conocedores, para aficionados de hueso colorado, para lectores con varios partidos en su récord; en suma, es un libro escrito para lectores futboleros, o al revés. Es decir, aquellos que asocian a su pasión por el futbol una regular cultura donde lo mismo figuran sus lecturas de Homero que sus recuerdos de jugadores inolvidables, sobre todo europeos y más aún eslavos.

En un tono confesional, intimista, sin sobresaltos ni exabruptos, Dimitrijevic va reconstruyendo ante nuestros ojos la fascinación que sentían los niños de su generación (1930-1940), de su país (la ex Yugoslavia), de su ciudad (Belgrado) por el objeto redondo —ya fuera de trapo, de cualquier material que le diera una forma redonda aproximada— llamado.

Sin caer en sentimentalismos ni en una defensa de “todo tiempo pasado fue mejor” —aunque sí en una deliciosa nostalgia, muy al estilo Tarkovski, es decir, nostalgia intelectualizada—, el escritor va compartiendo con el lector los momentos mágicos en que, siendo un niño de cinco años, comenzó a saber lo que implicaba ese objeto y ese juego. Momentos en los que el dolor de la segunda guerra ya se olía en el ambiente.

Para todo aquel que ha practicado el futbol será gratificante leer —casi escuchar en torno a una fogata en la vieja Europa— a un cofrade, a un verdadero conocedor que le habla de los partidos memorables entre los sempiternos equipos rivales, del irresistible embrujo que ejercen sobre el aficionado el portero y el delantero centro, o los viejos tiempos del balón de cuero, de las transmisiones por radio de los partidos, de los auténticos y cada vez más escasos seguidores que acompañaban a su equipo favorito por donde quiera que iba, dejando de lado cualquier otro compromiso.

No resulta exagerado decir que este libro bien pudo haberse titulado “El futbol como primera patria” —¿o única?—, ya que a lo largo del libro podemos constatar, como lectores y aficionados, que Dimitrijevic, después de sufrir la guerra, la pérdida de incontables amigos, el exilio y la mercantilización del futbol en detrimento de lo que tenía de arte, sigue siendo fiel a ese deporte, el que practicó y le dio sentido a su existencia, a tal grado que, junto con la literatura, cree que son lo mejor de la vida.

El libro está constituido de breves capítulos, ágiles crónicas, reflexiones afortunadas, relatos inolvidables, en los cuales los géneros suelen confundirse, mezclarse admirablemente —sin duda, a Vila-Matas debe fascinarle— y formar un todo orgánico, flexible y organizado, igual que un balón de futbol.

En ellos, el autor ratifica al futbol como el rey de los deportes —sin ofrecer siquiera una disculpa al beisbol—, al futbolista como inevitable héroe e ídolo infantil, a la supremacía del futbolista “artista” sobre el “científico”, a la admiración incondicional a Don Diego, a la habilidad extraordinaria del goleador —donde menciona por única vez a Hugo Sánchez, nuestra máxima estrella en el cielo futbolístico—, al futbol de antaño como verdadera metáfora de la felicidad en la tierra y al actual como un mero negocio donde el deporte que lo sostiene ha pasado a último término.

Finalmente, debo señalar que el autor menciona a dos jugadores yugoslavos extraordinarios —él lo dice y yo le creo sin reservas—: Milos Milutinovic y Dragoslav Sekularac; el primero me hizo recordar a Bora Milutinovic, técnico forjado en México y que está a punto de entrar a Récord Guinness, y a Sekularac, que vino a México a entrenar un equipo. En fin, después de la leer “La vida es un balón redondo”, de Vladimir Dimitrijevic, bajo el sello de Editorial Sexto Piso, dan ganas de que Juan Villoro o Juan Arturo Brennan, por ejemplo, escriban sobre futbol con más frecuencia, porque en México también el balón también rebota en nuestros corazones.

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