Picantes anécdotas sobre Guadalupe Victoria, en un libro que rescata al héroe mexicano del olvido

Eugenio Aguirre Ramírez de Aguilar,
es originario de la capital

Ricardo Pacheco Colín

Ciudad de México.- 21 de marzo del 2005.- “Va mi espada en prenda, voy por ella”, frase que se pronuncia religiosamente en las ceremonias cívicas en las primarias y que se suele atribuir a Guadalupe Victoria, primer Presidente de México y típico hombre de acción, el que hasta muerto siguió ganando batallas como cuando sus vísceras fueron bebidas por infantes del Ejército de Estados Unidos, mismos que murieron a causa del envenenamiento que les produjo esta pócima letal.

El prócer, quien en realidad se llamó José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, nacido en 1786, en Tamazula, Durango, fue involuntariamente partícipe de este hecho acaecido en Perote, Veracruz, en 1847, cuando él tenía cuatro años de haber fallecido en la Fortaleza de San Carlos del mencionado sitio, relata en entrevista con este diario el novelista, ensayista y cuentista, Eugenio Aguirre, autor de Victoria (Joaquín Mortiz 2005), que rescata al independentista mexicano de las garras del olvido.

“Yo me metí a buscar en diferentes archivos y bibliotecas para tener una idea precisa del personaje. Este hecho de la bebida que tomaron los soldados que venían con Winfield Scott en la invasión de 1847, lo saqué de unos escritos que los americanos mismos hicieron”.

A Florencio Cummins, médico cirujano de la fortaleza de Perote, acompañante y amigo en muchas peripecias con el héroe, toca cumplir con la ultima voluntad de Guadalupe Victoria: dividir su cuerpo en varios segmentos y repartirlos por el país que contribuyó a forjar. Por lo que toca a las vísceras, éstas fueron colocadas en dos grandes vitroleros que previamente habían sido llenados con “aguardiente catalán y vino”. Uno de los recipientes contenía el corazón y el otro se llenó con el bazo y el hígado.

El también autor de la novela Gonzalo Guerrero, con la que obtuvo la Gran Medalla de Plata de la Academia Internacional de Lutéce (París, 1981), abunda sobre la anécdota:

Los cadáveres de los soldados americanos “estaban tirados junto a los vitroleros que contenían el vino con las vísceras y otros más permanecían cerca de la puerta en el Fuerte de Perote.

“En mi libro yo describo la escena: Fueron unos niños los que los encontraron. ‘Estaban hechos un ovillo y con las bocas retorcidas. La muerte se los llevó por cuzcos, entre retortijones bien por andarse bebiendo el agüita del señor Presidente. Unos todavía corrieron, se notaba, en un intento por apagar el fuego que les carcomía la barriga’”.

Alguna vez en clase Aguirre mencionó que México es un país maravilloso en términos de historias. “Cuando mis alumnos dicen que no tienen tema para escribir, yo los mando a que revisen los diccionarios o los libros de historia. Ahí está una gran cantidad de personajes esperando quien los trabaje”.

Guadalupe Victoria es un gran personaje de la historia mexicana. En sus años mozos militó en el ejército de José María Morelos y Pavón, donde cambia su nombre de pila por el que le daría fama. Luego, en el Sitio de Cuautla, su nombre vuelve a aparecer, ya que es herido en una pierna.

Victoria bajo una férrea concepción liberal de la política participa en una conspiración contra el recién nombrado emperador de México, Agustín de Iturbide (llamado pomposamente Agustín I). Lo combate y reclama la instauración de la República.

“No es un hombre iletrado o meramente de acción, cursó estudios de jurisprudencia en la real y Pontificia Universidad de México, donde en 1811 obtiene el grado de Bachiller en Cánones”, explica Aguirre.

En esta época un hecho es decisivo en su vida: “En este mismo año acude a la cátedra de Juan Nazario Peimbert, un liberal que le influye con sus ideas. A partir de esto inicia su participación en la lucha por la Independencia de México”.

El año de 1812 pronuncia su frase célebre: “Va mi espada en prenda, voy por ella”. Al respecto, Eugenio Aguirre recrea en su novela la muy probable escena de esta hazaña:

“Avanzo con mis hombres hasta encontrar el foso. Los realistas, congregados en los parapetos, han subido el puente levadizo y nos bañan con el fuego graneado de sus cañones. Muchos de los nuestros caen y veo que los otros titubean. El foso es profundo y mis hombres no se atreven a aproximarse debido a lo nutrido del fuego. Escucho, entre el fragor de la batalla, las campanas de Santo Domingo y el Carmen; anuncian la victoria de los nuestros y me indican que estamos retrasados. Me lanzo sobre el foso y con una fuerza inusitada arrojo el acero hasta la orilla contraria. Cae justo debajo de las cuerdas que sostienen el puente. Entonces, con frialdad y aplomo que a mí mismo me sorprenden, enfrento a los realistas y les grito: ¡Va mi espada en prenda, voy por ella!”

El también Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, por su novela Pasos de sangre, 1986, comenta acerca del primer Presidente de México: Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero siempre lucharon por la instauración de una República Federal.

Luego con resonancias hacia el presente, Eugenio Aguirre hace decir a Victoria en su libro: “Todos se sintieron con derecho a reclamar que me comportase con pluralidad ideológica y que llamara a los ‘mejores hombres’, la verdad es que no abundaban para gobernar con sus luces, sin importar la tendencia política de su preferencia. ‘La política de amalgamación —palabrilla que tomé de la práctica de los mineros para enriquecer los metales, mediante la unión de varios de ellos, a fin de darles mejor consistencia y maleabilidad—, fue criticada reiteradamente”. (Crónica)

Redacción Azteca 21

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