“Los moneros de México”, último libro del tal Rius

Portada de un libro ameno que
de seguro, lo hará pensar y sonreír

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 14 de marzo de 2005. En la actualidad, nadie pone en duda el papel esencial que desempeña la caricatura política en el medio periodístico nacional. De hecho, hay infinidad de admiradores de caricaturistas, cartonistas o moneros que lo primero que ojean en un diario es el cartón de su monero favorito.

En este sentido, en México existe una verdadera pléyade de moneros de excelente calidad; basta citar los nombres de Helioflores, Jis, Trino, “El fisgón”, Luis Fernando, Palomo, Pedro Sol, Ahumada, Helguera, Rocha, Efrén, Carreño, Naranjo, Magú y el mismísimo Rius, quien acaba de dar a luz su enésimo libro: “Los moneros de México”, editado por Grijalbo a principios de este año.

Pero no sólo existe el cartón político, sino una amplia variedad de estilos y especialidades, de filiaciones y fobias, tal como podemos apreciar en este importante libro de investigación que Rius pone en nuestras manos. En rigor, no estamos ante un libro de la historia de la caricatura en México, pero sí ante una utilísima herramienta para conocer más de aquélla.

Para ello, Rius se remite a los orígenes, a las primeras expresiones del género en nuestro país en un medio periodístico, allá por la segunda década del siglo XIX. Ah, porque antes, consigna el monero michoacano, sin duda hubo caricaturas en hojas volantes o en hojas que se pegan a las paredes de lugares transitados. Después, por las páginas del libro desfilan paulatina y cronológicamente publicaciones como “La Orquesta”, “El Ahuizote”, “El Hijo del Ahuizote”, “Multicolor”, “Fantoche” y muchas otras donde la caricatura tuvo cabida y franco desarrollo.

Rius también hace un recuento de los moneros —y nos explica por qué o cómo surge el empleo de este término—, de aquellos que hicieron escuela, de aquellos que con su arte dejaron impronta en la historia de caricatura mexicana. Aquí vale la pena señalar que, a pesar de su decidida actitud combativa de hombre de izquierda, Rius no segrega ni minimiza la obra de cartonistas de distinta postura ideológica; al contrario, su deseo de ser objetivo e imparcial salta a la vista.

Además, estamos ante un protagonista de la misma historia que nos revela, que nos ilustra acerca de un género popularmente aceptado y reconocido. Como es sabido, Rius es un monero que ha desarrollado una intensa labor durante más de cincuenta años, en la cual ha participado en muchos de los proyectos de caricatura más importantes del país y ha producido una considerable obra en libros.

Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que su trazo y sus libros han acompañado a varias generaciones de mexicanos, haciendo de él uno de los moneros más reconocidos en México y en el extranjero. ¿Cualidades? Varias, pero quizás las más importantes sean la de síntesis, la de decir mucho en poco espacio, en pocas líneas, en pocos trazos, y de una manera sumamente ágil y clara, transparente.

Veamos lo que dice Rius acerca de este libro: “Cincuenta años después de haberme convertido —sin quererlo— en caricaturista, me metí, ora sí involuntariamente, a elaborar otro libro sobre mis colegas. Y si bien resultó un placer más que nostálgico pasar revista a la historia de los modernos tlacuilos, me sigue preocupando mi incapacidad de hablar y escribir sobre esta especie de profesión que me ha dado de comer (lo hacen mejor que yo los expertos como Carlos Monsiváis y Armando Bartra)”.

¡Vaya, qué sería si fuera “capaz”! Indudablemente, Rius es un maestro para hacer “monos”, pero también lo es para transmitir ideas, para suscitar la reflexión en el lector, para contarnos la historia de moneros en México desde su muy particular perspectiva. Por supuesto, aparte de ser un libro ilustrativo es muy ameno y de un gran valor histórico, pues se incluyen muchísimos cartones en los que desfilan hechos y personajes de la historia pasada y reciente de nuestro país.

“Los moneros de México”, de Rius, es un libro de consulta necesario y oportuno, para hacernos “reír pensando” y para apreciar que, como en poetas, México posee un verdadero caudal.

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