Francisco Hernández, poeta con sexto sentido

Un libro de poemas
dedicados a la mujer

Por Gregorio Martínez Moctezuma
Corresponsal Azteca 21

Ciudad de México. 24 de febrero de 2005. Cuando Francisco Hernández ganó el Premio Nacional de Poesía en 1982 ya se reconocía en él a un poeta con pleno dominio de su lenguaje poético, de sus herramientas expresivas. También, desde esos años, Hernández ya se reconocía en la mujer, ya le cantaba a su cuerpo, ya decantaba su belleza. Ya ejercitaba desde entonces su sexto sentido. 

Sí, ya en “Mar de fondo” el poeta veracruzano cantaba a la belleza inefable e iridiscente de la mujer, ya se sumergía en los océanos de su inmensidad, ya decantaba su inasible presencia, como en el poema “Hacia el amanecer”: el perfume del jazminero /rodea la sombra de tu cuerpo /las nubes pasan despavoridas/ hacia el amanecer.

A finales del año pasado, el Fondo de Cultura Económica publicó una antología de Francisco Hernández, “El corazón y su avispero”, que bien podemos llamar personal, puesto que la selección la realizó el mismo poeta. En dicha antología, el autor reúne poemas de amor y desamor, que muestran la fascinación e influjo que ejercen en la mirada del poeta las líneas turgentes de la mujer.

 

Así, “El corazón y su avispero” revela también el placer que experimenta Hernández al recrear unas íntimas imágenes, de todos tan veneradas; al reinventar unos momentos, de todos tan conocidos; al compartir instantes que se vuelven eternos en el cofre de la memoria: “Mariposa”: Tu sexo, /una mariposa negra. /Y no hay metáfora: /entró por la ventana /y fue a posarse /entre tus piernas.

 

En este nuevo libro de Francisco Hernández todo nos incita al placer, desde su adecuado tamaño y el diseño, con su corazón encendido y ligero. Todos los poemas escogidos tienen la cualidad de ser transparentes, con esa transparencia que sólo alcanza la grandiosa sencillez, la auténtica, la que viene desde la entraña y pasa por la piel, se estaciona en los sentidos y brota por los labios del poeta.

 

Aquí podemos encontrar muchas variaciones sobre un mismo amoroso tema: la relación de pareja, el olor exquisito de los amantes después del acto, el ritual del amor en un hotel de paso, el sabor de la ausencia, el dolor transmutado en gozo ante la ausencia de la amada. El canto del poeta enamorado de un fantasma: el ser múltiple y magnético de la mujer.

 

Tal vez los fragmentos, los instantes, los reflejos del cuerpo de la mujer en el espejo de la memoria sean los más deslumbrantes de todo el librito, como en “Por amor a Fosca”: “1”: Al amanecer, la verga del barco toca el cielo. /En el crepúsculo, hace perforaciones en el fondo del mar. “2”: Recorrer el horizonte y descubrir a Fosca sobre la arena, con las piernas abiertas. Navegar hacia ella, pensando únicamente en lo salado del hundimiento. “8”: Mi pene no se ve dentro de su boca. Su cabellera lo impide, la oscuridad lo impide. Enciendo una vela y ella la apaga. Lo líquido del humo llega hasta el piso. “11”: Tu cuerpo, Fosca, instrumento musical de tantas cuerdas. Para aprender a tocarlo, necesito mis tres vidas anteriores y mis tres vidas futuras… “16”: Tu vulva humedecida, Fosca, tan mojada y olorosa como un estanque. Tu vulva tan fresca como una rebanada de mamey. /Tu vulva cazadora de cabezas. Tu vulva donde el sol se oculta en busca de resguardo.

 

Indudablemente, estamos frente a un poeta dueño de muchos recursos, poseedor de la llave que abre el arca perdida, que recupera para nosotros el instante primigenio en que contemplamos, absortos y fascinados, el cuerpo rutilante de la mujer. Como si fuéramos testigos privilegiados, nuevamente, del Nacimiento de Venus.

 

Francisco Hernández

 

Nació el 20 de junio de 1946 en San Andrés Tuxtla, Veracruz. En 1983 participó en el Tercer Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores en su estado natal. Ha colaborado en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras. En 1982 reunió los primeros cuatro poemarios que hasta entonces había publicado —“Gritar es cosa de mudos” (1974), “Portarretratos” (1976), “Cuerpo disperso” (1978) y “Textos criminales” (1980)— en un solo volumen: “Cuerpo disperso”, editado por la UNAM. Este mismo año obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes por “Mar de fondo”, en 1983 recibió el Premio de Poesía Carlos Pellicer por “Habla Scardanelli” y en 1994 el Premio Xavier Villaurrutia por “Moneda de tres caras”. Algunos de sus libros son: “Oscura coincidencia” (1986), “En las pupilas del que regresa” (1991), “Poesía reunida” (1996), “Soledad al cubo” (2001), “Óptica La Ilusión” (2002) y “Aforismos” “2003), entre otros. Asimismo, ha sido becario de la Fundación Octavio Paz, del Instituto Veracruzano de Cultura y del Sistema Nacional de Creadores de Arte del CONACULTA.

 

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