Herencia indígena, religiosa y liberal en nuestro lábaro patrio

Así fue la bandera trigarante
que encargó
Agustín de Iturbide

Ciudad de México.- 24 de febrero del 2005.- (Notimex) Lo distintivo de la bandera mexicana, que hoy cumple 181 años de que fue confeccionada, es que en su hechura participaron lo indígena, la herencia religiosa hispánica y colonial y la tradición liberal, que propuso fundar estados autónomos y soberanos.

En su libro "La Bandera Mexicana: Breve historia de su formación y simbolismo", reedición 2004 del Fondo de Cultura Económica (FCE), el historiador Enrique Florescano señala que, aunque parezca extraño, no se dispone de estudios que consideren historicamente los símbolos que se integraron al lábaro patrio.

De acuerdo con lo escrito por el maestro en Historia por el Colegio de México y con doctorado en Francia, se ignora cómo tales símbolos se combinaron y unieron a lo largo de más de cinco siglos.

Añade que en el ensayo se propuso recoger los orígenes remotos de ese emblema y considerar los vínculos entre el escudo indígena y los símbolos religiosos que en la época colonial (1521-1821) construyeron nuevas identidades en la mezclada población de ese tiempo.

De esta forma, los emblemas más antiguos chocaron y se fundieron con los símbolos políticos que introdujeron el pensamiento liberal y la Revolución Francesa para representar la novedad política de los estados nacionales, encuentro del que surgió la Bandera Nacional.

Imágenes obtenidas de la iconografía del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes muestran que la Bandera Mexicana desarrolla como idea central que la raíz indígena, además de resistir los embates sociales, políticos y culturales de la invasión española, sobrevivió y aún se impuso a la influencia y simbología europea.

Luego de tres siglos de dominio español, de imposición de símbolos extraños y búsqueda de nuevas señales de identidad, al consumar la Independencia (1821) los indígenas recuperaron la antigua insignia azteca y la impusieron como ícono de la bandera y del escudo nacionales.

"La explicación más plausible de esta decisión es que el emblema indígena era un símbolo antiguo, ornado por el prestigio inconmensurable de la duración, pues había probado que era capaz de resistir los efectos destructivos del paso del tiempo", aduce el autor.

El antiguo blasón indígena se había impuesto al embate de otros símbolos que en distintos momentos amenazaron con asumir la representación nacional.

"Ese emblema era, asimismo, un símbolo de la resistencia indígena que había enfrentado a la invasión española, y quizá por eso concentró en él, las nociones de legitimidad y defensa del territorio autóctono", expone el investigador universitario.

Además, la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa aceleraron la formación de los emblemas nacionales.

Manifiesta que al estamparse la antigua insignia de los mexicas en el blanco de la bandera tricolor, se conservó la individualidad de la representación nacional.

Para distinguir la insignia se acudió a la fuerza del emblema indígena, y esa decisión volvió a unir a la nación proyectada hacia el futuro con sus raíces más antiguas.

En el epílogo del libro, subraya que "este recorrido por varios siglos de la historia mexicana muestra que en esas sociedades los símbolos visuales fueron los transmisores más eficaces de mensajes políticos y culturales".

La obra muestra de igual forma que en la época colonial y las primeras décadas del siglo XIX, los grupos indígenas y mestizos defendieron con tenacidad sus símbolos de identidad y mantuvieron un comercio activo con los legados procedentes de Europa.

El 24 de febrero de 1821, el mismo día en que se proclamó el Plan de Iguala, el sastre José Magdaleno Ocampo terminó de confeccionar, por encargo de Agustín de Iturbide, la primera bandera mexicana.

Era tricolor, con franjas diagonales de color rojo, verde y blanco; una estrella en cada franja (blanca, roja y verde, respectivamente) y en la parte central, una corona imperial dorada, con el fondo encarnado y orlada con la palabras Religión, Independencia, Unión.

Por eso, a ese lábaro patrio se llamó de Las Tres Garantías: el blanco, la religión; el verde, la independencia, y el rojo, la unión.

Consumada la independencia nacional, la Junta Provisional Gubernativa, por decreto del 2 de noviembre de 1821, ordenó que se confeccionara una bandera de franjas verticales con los colores verde, blanco y rojo y un águila en el centro, posada sobre un nopal y con la cabeza coronada.

Depuesto el Imperio, el 14 de abril de 1823, por ley del Congreso Constituyente se adoptó oficialmente una bandera tricolor: verde, blanco y rojo en sentido vertical, con el águila sin la corona y orlada con los símbolos republicanos de las ramas de encino y laurel.

A partir de entonces, la posición del águila ha cambiado: de frente, de perfil y de tres cuartos.

El Plan de Iguala se proponía unir a la élite novohispana, temerosa de las ideas liberales que habían triunfado en España, a los militares que tenían mando de fuerzas y a los antiguos insurgentes, que continuaban luchando por la independencia.

Leave a Reply