La Coyolxauhqui, una pieza de valor incalculable fue descubierta hace 21 años

La Coyolxauhqui

Ciudad de México.- 21 de febrero de 2005.- (Notimex) Cargada de mitos y simbolismos que dan cuenta de la grandeza de la cultura mexica o azteca, la Coyolxauhqui, pieza de incomparable valor histórico y artístico, cumple hoy 27 años de haber sido descubierta, como mudo testigo de los vestigios del principal templo de la antigua Tenochtitlan.

Se trata de un monolito ovalado de 3.40 metros de largo por 2.90 de ancho, con un espesor de 40 centímetros y un peso estimado en ocho toneladas, que fue hallado de manera fortuita, el 21 de febrero de 1978, por trabajadores de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, que realizaban excavaciones en la calle de Guatemala.

Una mujer mutilada, sangrante, de torso desnudo, que viste sólo un cinturón atado en forma de doble serpiente, es el tallado que aparece en esta pieza de roca volcánica que, dicen, pese a su hermosura, sin duda narra la historia de un suceso sangriento.

Según la mitología azteca, Coyolxauhqui era la diosa de la Luna; hija Coatlicue, la diosa de la Tierra, y hermana de Huitzilopochtli, el dios del Sol, que fuera concebido de manera inverosímil.

El mítico nacimiento del dios del Sol o de la Guerra, salva a Coatlicue de la violencia a la que Coyolxauhqui incita a sus 400 hermanos y hermanas, para limpiar la deshonra de la que nace el nuevo dios. Empero, Huitzilopochtli le corta la cabeza a Coyolxauhqui y la tira al cielo donde se convierte en la Luna.

La pieza fue encontrada el pie de la escalinata del templo de Huitzilopochtli (uno de los dos más importantes en el Templo Mayor de los aztecas, junto con el de Tláloc), como remembranza de la mítica batalla entre ambos dioses.

Sin embargo, más allá del mito, el hallazgo del monolito, considerado por la arqueología moderna como un ejemplo escultórico y de conservación, marca el inicio de las excavaciones formales en el Templo Mayor de Tenochtitlan, que desde entonces es uno de los proyectos arqueológicos más importantes del país.

Por eso, para conmemorar el 27 aniversario de su descubrimiento, este mes se realiza una serie de conferencias sobre la riqueza artística y simbólica del monolito; los procedimientos y aplicaciones que se hicieron a la pieza para su conservación y la perspectiva estética de la piedra, en la consolidación del poderío mexica o azteca.

Y es que, según los estudiosos, desde su descubrimiento, la pieza se ha consolidado como un icono de esplendor, no sólo en su concepción sino en su ejecución como obra plástica, llena de simbolismos.

A nivel simbólico, explican, la piedra representa a la luna, pero también a la noche, y por ende, la lucha eterna entre la luna y el sol, que es entre las tinieblas y la luz.

A 27 años del descubrimiento, la Coyolxauhqui ha sido estudiada en diversas ocasiones; en un primer momento, los trabajos fueron realizados por los arqueólogos Angel García Cook y Raúl Martín Arana, periodo durante el cual comenzaron a aparecer las primeras ofrendas.

Pero sin duda, uno de los especialistas más dedicados al estudio de la diosa de la Luna es Eduardo Matos, el ex director del Museo del Templo Mayor, quien asegura que detrás de la Coyolxauhqui existe un mito y un ritual que ha permitido comprender la creación de Tenochtitlan.

Según Matos, el mito de la caida de Coyolxauhqui fue convertido en ritual mediante la fiesta de Pantquetzaliztli, en la que eran sacrificados algunos prisioneros en honor a Huitzilopochtli, y sería así como se irían conformando los aspectos simbólicos que sustentan la fundación de Tenochtitlan.

Para el arqueólogo, el mito de la Coyolxauhqui es igual de importante que el del relato histórico porque es la interpretación creada por los pueblos acerca de un hecho.

Durante estos años, también se ha establecido que la Coyolxauhqui proviene de la etapa del gobierno de Axayácatil, quien ocupó el señorío mexica entre 1469 y 1480.

Actualmente, además de la piedra original de la Coyolxauhqui, en exhibición, existen dos copias más, una fuera del museo y otra con localización desconocida.

Para Juan Alberto Román, actual director del Museo del Templo Mayor, que alberga a la Coyolxauhqui, si bien hallazgos como éste no permiten reconstruir a la sociedad azteca en su totalidad, sí ofrecen la posibilidad de adentrarse con más precisión a esa cultura en aspectos religiosos, económicos, políticos y sociales.

Muestra de ello es el descubrimiento de 14 lápidas, talladas hace más de 500 años, de las que se dio cuenta a finales de enero pasado, y que según Román, en agosto o septiembre de este año podrían ser mostradas al público, para que éste conozca un poco más del Templo Mayor.

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