La leyenda de Antonio Campos “El Imposible” se agiganta con el paso del tiempo

'El Imposible' se pasaba al toro
así de cerca, como en
esta foto tomada en Madrid

Martes 11 de enero de 2005.- (El Universal) Las historias se eslabonan y confeccionan la leyenda. No siempre están en ellas las figuras rutilantes del espectáculo o de las disciplinas que se ejercen en la vida cotidiana de los pueblos.

Hubo un modesto novillero que desplegó las alas de la imaginación e inventó un muletazo que de inmediato se le bautizó como "El Imposible".

El recuerdo evoca a Carlos Moreno, que así se anunció al debutar como aspirante en la plaza de toros El Toreo" de la Condesa el 14 de junio de 1945; sin embargo, no había logrado embalarse para ascender a un sitio distinguido en la profesión del difícil arte de la lidia de reses bravas.

Era pariente de un artista de gran renombre Tacho Campos, torero magnífico, que se comió entero al maestro Lorenzo Garza y su toreo era una réplica del regiomontano. Por ello no llegó al sitio que por méritos propios merecía. De ahí que, como se dice, segundas partes nunca fueron buenas. Una gran verdad.

Su verdadero apelativo, el de pila era: Carlos Antonio Campos Moreno, pero se hacía llamar simplemente Carlos Moreno, nombre que cambió finalmente por uno que le atrajera mejor suerte: Antonio Campos El Imposible .

Tiempo después, el 12 de junio de 1961, alcanzó el anhelo de tomar la alternativa, de triunfar en España y de confirmarla en México.

En el mismo año de esa ceremonia falleció a consecuencias de cáncer en el páncreas que le minó sus facultades en unos cuantos meses.

¿Cómo es ‘El Imposible'?

Es una suerte de alto grado de dificultad, que debe ejecutarse con precisión absoluta e, invariablemente, con él debe iniciarse la labor con la muleta; es lo que se llama en la jerga taurina el tercer tercio, la parte final de la lidia para preparar la muerte al astado.

Es un pase que se inicia, al hilo de las tablas, en los terrenos naturales. Se cita al toro a unos 15 ó 20 metros de distancia, con la muleta en la mano derecha y sobre el pitón izquierdo. Al acudir el toro a la invitación, el torero empieza a girar sobre sí mismo en el sentido contrario, al mismo tiempo que la mano en que lleva al paño, hace otro giro, excéntrico, en el mismo sentido. La rotación es de 360 grados, dándose el torero la vuelta completa y se recupera la posición original con el engaño que queda en la espalda como se ejecuta la suerte de la "arrucina".

Concluye con un suave toque que el burel debe obedecerlo para que se produzca el muletazo y quedar en la posición correcta y rematarlo con el pase de pecho que es lo clásico, lo puro y, sobre todo, lo torero.

Es necesario, se reitera, la precisión absoluta en la mesura de la distancia y la velocidad a la que despliegue el burel en su arrancada.

De no asumir estas reglas técnicas, es inevitable el percance o que el diestro, en el mejor de los casos, sea arrollado y sufra una paliza, expuesto, asimismo, a la ruptura de huesos.

No hay duda que la suerte, al realizarla Antonio Campos, le resultaba espectacular, emocionante, atractiva y conectaba con la gente, que se sumía en la faena de inmediato.

No sólo era el pase "El Imposible" lo que distinguía a este torero que nació en la ciudad de Puebla en el primer tercio del siglo XX. No, reunía, además, sentido del temple, cuidando con esmero la estética, poderío con el toro y sabía lidiarlo bajo las normas más estrictas de la técnica.

Lástima que en su primera etapa, sin suerte, no logró alturas. Después ya como Antonio Campos, llegó considerándosele un novillero veterano y la enfermedad le minó el organismo.

Por desgracia estaba físicamente desfondado. Era la lucha patética del hombre por vivir intensamente y saber que se iba apagando poco a poco y, a la vez, con una rapidez de meteoro.

Se logra ‘El imposible'
 
Antonio Campos ingresa a la leyenda con el pase de marras, lo realiza por primera vez, ante el público, en un festival celebrado en "El Toreo" de Cuatro Caminos, el 3 de julio de 1960. Provoca el hecho controversia en el medio taurino. A la vez, expectación, dado que su consumación era totalmente diversa a su explicación. Había que verlo, para darle el debido crédito.

Como sea, este hecho dio oportunidad a Antonio Campos para debutar en la Plaza México, rodeado de interés y curiosidad del público aficionado. No tardó mucho en que la empresa del magno escenario lo programara de inmediato.

Ciertamente, como dicen los toreros, no arrolló. No obstante, fijó la atención del aficionado y, asimismo, logró, como es lógico suponer, realizar el muletazo "El Imposible", en el coso más grande del mundo.

La presentación en Insurgentes se realizó el 14 de agosto de 1960, alternando con Felipe Rosas y Jaime Rangel, con novillos de Cerro Gordo.

Retorna a la gran cazuela metropolitana el 4, el 11 de septiembre y 27 de noviembre, tarde en la que elabora su actuación más convincente. Ya tenía experiencia, ya pisaba en el ruedo con firmeza, seguridad y conocimientos. O sea, lo que los maestros en tauromaquia llaman sitio.

Hizo el paseo, en esta ocasión, con Felipe Rosas y Víctor Huerta, dos destacados novilleros en esa campaña menor, cortándole una oreja a un novillo de San Miguel de Mimiahuapam, en aquel entonces, hierro de Luis Barroso Barona.

La alternativa de inmediato

Al año siguiente, tomó la alternativa, 12 de junio de 1961, en la plaza El Toreo" de Tijuana, cuando aquella norteña frontera vivía una euforia taurina sensacional.

Era un paraíso estar ahí, por el ambiente que había y, debe señalarse, los aficionados estadounidenses le daban esa importancia por su conocimiento en la materia.

En efecto, siempre con un claro "yo creo sin afirmar", pero daban opiniones con un concepto taurino muy acertado.

Jesús Córdoba fue el padrino del doctorado y lo atestiguó Raúl García, con ejemplares de Javier Garfias.

Después de ello se fue a España, a abrirse paso. Su administración la llevó el finado colega Ricardo Colín Flamenquillo . Un taurino muy bueno, profundo conocedor del medio, sobre todo, del español.

Don Ricardo era un enamorado de la Madre Patria, de sus tradiciones, de su estilo de vida, de su cultura, del baile y cante flamencos. Por descontado de su fiesta. Lo llevó por el camino correcto, con jerarquía y dándole el sitio de torero.

Tuvo triunfos importantes y significativos en plazas de primera categoría como Salamanca, Barcelona, Málaga y especialmente en la Monumental de Las Ventas de Madrid, en la segunda corrida tras confirmar el doctorado, cosechó una oreja con mucha fuerza, sin que hubiese la más leve duda.

Como en la Plaza México, en ese temible albero de la capital española, Antonio Campos hizo realidad el pase "El Imposible". Lo realizó y causó auténtico estremecimiento. Le abrió las plazas de la península. No sólo realizando el complicado y atractivo muletazo. Su quehacer taurino tenía miga. La pena es que fue muy castigado por los toros.

Las cornadas, razón normal, le minaron las facultades considerablemente. No tanto como el terrible mal del páncreas. Éste realizaba su destructora tarea, implacable, tenaz, avasalladoramente.

Confirmó en la México

A su regreso a México realizó el sueño de confirmar la alternativa. Todo aquel que "calza" el terno de luces desea, ante todo, realizarlo en los alberos de México o Madrid, si son toreros aztecas; si son hispanos; Madrid y México. Para tomar la borla de matador de toros siempre se asoma el nombre de la Real Maestranza de Sevilla. Sí, las tres plazas más importante del universo taurino.

Pues bien, Antonio Campos cumplió la ilusión el 9 de febrero de 1964 en el coso de Insurgentes, le cedió los trastos el esteta Alfonso Ramírez Calesero , ante el sevillano Diego Puerta, con toros de Tequisquipan, llamándose "Soldadito", el ejemplar del doctorado.

Otra presentación más en Insurgentes, primero de marzo de 1964, haciendo tercia nuevamente con Calesero y, en esta ocasión, con Luis Procuna. Esta pareja de El Calesa y El Berrendito , hacían en ese tiempo la dupla interesante del escalafón taurino mexicano.

El destino no le dio tiempo a saborear la gloria que daba la impresión de estar a su alcance.

Su epílogo lo marcó el destino el 28 de diciembre, después de la Navidad de ese año de 1964. Justamente hace poco más de 40 años.

Antonio Campos El Imposible , como sea, hizo sentir su huella en la fiesta. Posteriormente, de pertenecer a la leyenda con el pase que inventó, el que le dio fama a su mote en la problemática, pero apasionante profesión.

Redacción Azteca 21

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