El gran escritor John de Abate visita su México querido
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Un libro que deja claro
un mensaje de superación |
Ciudad de México. 2 de septiembre de 2004. "’Tus semillas de grandeza’ es, querido amigo, un libro de amor, de amor por mis semejantes, de amor por la vida y la oportunidad de crecer", me dice John de Abate con una sencillez y una calidez que tienen la cualidad de traspasar prejuicios, de conmoverme.
Estoy frente a un hombre que irradia luz, bienestar y sabiduría. Un hombre que ha hecho de la escritura esencialmente un acto de fe, de amor hacia los demás, la mejor manera de cumplir una misión: la de compartir sus conocimientos y experiencias con el propósito de que las personas alcancen el éxito, el éxito personal, trascendente, vital y luminoso que las impulse a una felicidad duradera, terrenal y bienhechora.
"Soy campesino, nací en el campo, lo he cultivado, he vivido muchos años en fincas, he tenido la maravillosa oportunidad de convivir y conversar con los campesinos, y por más humildes y sencillos que éstos sean, siempre tienen una fuerza interior que muchas veces desperdiciamos. Creo que hace falta un enfoque diferente para apreciar las dificultades a las que nos enfrentamos como latinoamericanos, pues nos sobra energía, salud, inteligencia; necesitamos utilizar mejor nuestro pensamiento y nuestra energía.
"Conversando con gente de todas las Américas, me he dado cuenta que siempre se encuentra dispersa en sus ideas, no son concretas y siempre buscan fuera de ellas la solución a sus problemas. Por eso los latinoamericanos tenemos muy arraigada la costumbre de culpar a alguien más de nuestros problemas, pero la solución está dentro de nosotros mismos. La claridad conceptual, es decir tener conceptos claros, y la manera en que administramos nuestra energía son elementos indispensables para enfrentar nuestros problemas.
"Pienso que una de las cosas más importantes que debemos entender es que la vida es una oportunidad de aprendizaje y crecimiento constantes, hasta la enfermedad, si no la miramos como una oportunidad de crecer, la desaprovechamos; por eso creo que hay que buscar bien y actuar correspondientemente".
Lo anterior adquiere mayor significación si tomamos en cuenta que John de Abate ha vivido en diferentes etapas de su vida en México -vino por primera vez en 1941 y desde esa ocasión surgió entre el adolescente que apenas abandonaba la niñez y México un lazo afectivo presente hasta el día de hoy-, en total unos diez años, la última en la década de los noventa, cuando vivió tres años seguidos en el DF, pero un día malhadado fue víctima de un asalto que lo mandó al hospital, donde estuvo en peligro de perder la vida y un mes en estado inconsciente; después, ya fuera de peligro, estuvo dos meses más sin reconocer a nadie, ni siquiera a su esposa ni a sus hijos.
Afortunadamente, poco a poco la luz fue disipando las tinieblas y la lucidez de nueva cuenta se instaló en su cabeza y ahora nos lo revela sin resentimientos ni amargura. Por eso abandonó México; por eso sabe lo que dice, por eso sus enseñanzas lo han erigido en un maestro, por eso tiene discípulos desde Nueva York hasta Buenos Aires.
"Cuando cumplí los 75 años rompí el contacto personal con la gente -estoy refiriéndome a los cursos y consultas-, para que la gente se vaya acostumbrando a la idea de que yo no estoy, que la gente crea que puede hablar conmigo a través de mis libros. Tengo muchos discípulos desde Nueva York a Buenos Aires, y éstos a su vez se están convirtiendo en maestros. Un discípulo es un individuo que ha llevado y maneja la disciplina; esto me llena de alegría, orgullo, gusto y satisfacción por que reafirma que no soy ni seré nunca indispensable.
"’Tus semillas de grandeza’ quizás podría ser más decisivo para la juventud latinoamericana porque los jóvenes tienen energía mental y tiempo, tienen más libertad que nadie para decidir su destino, mientras más maduran la libertad crece, pues la experiencia sirve para darte libertad.
"México significa para mí una alegría muy grande, es el país con más potencial en Latinoamérica por tres razones: cuenta con una gran cultura y formación prehispánica, como ningún otro país; tiene una gran geografía, mares, ríos, bosques, montañas, desiertos, casi todos los climas, esto es una gran riqueza, y por último es un país de mucha libertad.
"En México he pasado uno de los momentos más grandes de mi vida, momentos buenos y malos, tal como ya te he dicho antes, pero hasta eso, todo representa una oportunidad para crecer. Lo conozco desde 1941, cuando el DF sólo tenía tres millones de habitantes, con decirte que Teotihuacan estaba lejísimos y Coyoacán era un pueblo para pasar vacaciones.
"Conocí a Frida Kahlo y se hizo mi amiga. Yo iba a Coyoacán, precisamente donde ahora es el Museo. Cada vez que llegaba a visitarla, Diego Rivera le decía ‘Frida, ¿quién es este?’, y ella le respondía ‘Diego, esta es la quinta o sexta vez que te lo presento’. Diego ya no decía nada y nosotros nos poníamos a conversar. Era una mujer impresionante, directa, franca y clara. Ahora me he enterado que le publicaron sus escritos y lamento no haber mantenido correspondencia con ella, pues hubiera aparecido en su libro", dice sonriendo.
"México ha cambiado enormemente. Mira, te voy a contar una anécdota para ejemplificar un poco esto. En aquellos años, el avión a Costa Rica salía solamente una vez por semana. Pues perdí el avión y me quedé sin un peso en la bolsa. Estaba en compañía de un señor ya mayor y no teníamos cómo pasar una semana.
"Entonces a él se le ocurrió que podíamos sobrevivir vendiendo huevos. Me mandó a un estanquillo a comprarlos; ahí también se vendía comida y había gente comiendo. Entré yo y pregunté ‘¿a cuánto cuestan los huevos?’, toda la gente dejó de comer y volteó a verme con los ojos bien abiertos. El dueño del establecimiento, como era de baja estatura, hizo a un lado los pomos donde guardaba dulces y se asomó encima del mostrador y me dijo muy solemnemente ‘Ciudadano, no se dice huevos, sino blanquillos’; esto, creo, te da una idea de cómo ha cambiado México en todos los ámbitos.
"En cuanto a libros y autores, te diré que ‘El principito’, de Antoine de Saint- Exupéry, me parece un libro poderoso, muy fuerte, recuerdo que no por nada las Naciones Unidas, a través de la UNESCO, hace aproximadamente 25 años lo declararon el libro más importante de los últimos mil años. Yo me deslumbré cuando lo leí, y eso que ya no estaba tan chiquito, tenía unos 22 años.
"Por cierto, déjame decirte que yo conocí a Saint-Exupéry, en Guatemala, él era aviador e intentaba volar de Nueva York a Buenos Aires, pero en Guatemala se estrelló el avión, lo hospitalizaron, salió, lo conocí y conversamos, yo tendría entonces seis o siete años; una persona impresionante. Yo no hablaba francés, pero él sí un poco de español, porque estaba casado con una salvadoreña, fue un encuentro inolvidable, aún recuerdo que me decía cosas, frases bonitas.
"El universo está formado por dualidades -el día, la noche, hombre, mujer, etcétera-. Hoy cada quien escoge lo que le gusta, existe el privilegio, la facultad de elegir la vida que desea llevar, no sólo es prerrogativa de los sabios, no, todos tenemos ese privilegio. Precisamente esa es una de las razones por las que escribo, para que la gente sepa que en nuestra elección está nuestro aprendizaje.
"Considero que la gente tendría que leer mis libros porque están escritos para todo tipo de personas -jóvenes, viejos, ricos, pobres, blancos, negros…-, sólo se necesita la condición de ser humano deseoso de conocer sus riquezas y fortalezas.
"En México tengo un nieto de apellido Martínez, como tú. Es una historia sencilla: lo conocí cuando era un niño desvalido, pobre, tenía diez años de edad; decidí ayudarlo a salir adelante: ahora tiene 23 y es doctor. Siento mucho cariño por él. Y me dice abuelo, por eso digo que es mi nieto.
"No siento predilección por ninguno de mis libros, pero te puedo decir que ‘El muchacho azul’ es un libro muy especial, extraordinario para mí, de los más cercanos a mi vida y a mi corazón. La razón es muy simple: es una biografía en la que se habla de una vida de pobreza, enfermedad, abandono, circunstancias muy difíciles; sin embargo, al muchacho azul le correspondió encontrar una solución interior para superarse y salir adelante, vencer la adversidad.
"Tengo muchos amigos y lectores en México, por eso me siento halagado, alegre, honrado con este homenaje; me parece que es mucha generosidad hacerme este homenaje. Pero por eso mismo me da mucho orgullo y mucha alegría que se haga en México, un país al que quiero, respeto y admiro mucho".
John de Abate se encuentra en México para recibir un homenaje y hablar de cuatro de sus libros, editados por Plaza y Janés y Debolsillo, sellos de Random House Mondadori: "El muchacho azul", "Adriano emperador", "El reino de la luz" y "Tus semillas de grandeza". La cita es el próximo lunes 6 de septiembre en el Centro Libanés a las 19:30 horas, en la calle Hermes 67, colonia Florida, en el sur de esta capital. El autor estará acompañado por Víctor Hugo Rascón Banda. Además, habrá música, danza y poesía. No deje pasar la oportunidad de conocer y conversar con un autor que, si se lo permite, puede ayudarle a transformar su vida.
John de Abate
John de Abate nació en Costa Rica en 1929 y realizó estudios de doctorado en Tulane. Ha sido catedrático durante 32 años en universidades de Costa Rica y Venezuela. Es asesor de instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización de Estados Americanos y numerosas universidades. Asimismo, es un destacado conferencista conocido en toda América Latina. También es autor de 15 libros sobre ciencia y desarrollo humano.